20 septiembre 2009

Hace días

En el paraíso el futuro es un agujero negro con una gola de hormigón.
Pasé el verano mirando al futuro y leyendo novelas. Me corté el pelo, dormí en tu cama, de cuando estabas soltera. Esa maravilla torneada por un ebanista genial.
Estuve tres veces en la playa, en Vega, subí otras tantas o más a Peral, caminé hasta Santa Cristina por la mañana, busqué el sol que serpentea entre los árboles del Mofusu majestuoso y secreto, viajé a Quirós a comer con N. al calor de la lumbre, también nos zampamos el chuletón legendario de Pinocho.
Estuve en una cueva, bajé a una mina retocada, nos bañamos todos juntos en la piscina de la Llera. Cocinamos bajo la lluvia y en Rodiezmo la manta verde fue mantel y cama. La sidra brota de un aparato y los sueños germinan entre el griterío de los niños. En el paraíso los cañones no matan gente, la refrescan con el trago de la cerveza fría.
Estuve en un funeral y me enseñaron las fotos del oso. Vi una iglesia que se apartó en mil novecientos veintidós para dejar paso al futuro, ese que vomitan los agujeros negros.
Leí a Lawrence Block, a Markaris, a Ellroy, a Persson. Y entendí que la literatura es redención, es paz, es desasosiego, es verdad y es mentira. Y viví en esos libros. Y cada noche encendí el iPod y escuché a Clint Mansell, a Feist, el concierto de Colonia de Jarret, y algo a Coltrane, y a Neil Young que me dijo Light a candle.
Subí al cementerio a veros tres veces. Las tres lloré. Porque no entiendo esta vida que tengo por delante sin vosotros.

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