05 junio 2009

Está nublado

Es junio. Estoy en la página noventa y cuatro de American Madness. Cae una tormenta bíblica. Hace días empaqueté sueños y desempolvé los neveros de la pena. Entramos y salimos de los pozos con una facilidad que pasma a los debutantes en el tráfico de la carne por cuenta ajena. La vida es el palo de gallinero que identificó MVM.
A ratos el palo del gallinero reluce. Algunas noches, le cuento a la nena peripecias del conejo Pepe, el único que se conoce que lleve gafas. Fue a la escuela de don Leopoldo, el conejo que cruzó el Atlántico en un viejo carguero noruego, y que enseña a leer a los gazapos y otros cachorros en el corazón de un tronco. Pepe es amigo del zorro y del tejón, y el otro día acogieron a un ciervo extraviado que necesitaba descansar para ir al rescate de su familia, atemorizada en una cacería.
Cuando paseamos por los alrededores de Fort Apache, vemos conejos y sus madrigueras. Comprobamos si alguno es de pelaje blanco con manchas negras, nos fijamos si brilla una montura metálica sobre sus hocicos. Aún no vimos a Pepe.
Confiamos en que esté a refugio, en el bosque soñado de hayas y robles, al norte. Para que el palo del gallinero continúe limpio.

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