13 diciembre 2008

Barcelona

Yo también estuve en el Balmoral. Con Andrés. En nuestra ciudad favorita. Alumnos de nueve a dos y viajeros de dos a nueve.
Ciudad restaurante. Ciudad aula. Ciudad librería. Ciudad escenario. Ciudad calle. Ciudad estadio.
Una ración de jamón ibérico antes de decidir. Cinco a cuatro y un abrazo desconocido. El espectáculo de las Ramblas y el encuentro con el mar. El ritual del whisky, yo lo que pidan ellos, decía Adolfo, y la conversación desparramada. Mercès, La Xarxa, El Caballito Blanco. Gloriosos festines y una visita a Wolfram.
Curiosidad infinita, conversación inteligente, sintonía, empatía y simpatía.
El Ensanche fue nuestro. Seis semanas de mil novecientos noventa y siete.
Después los hijos, Afganistán, la lotería compartida, la promesa del viaje con Domingo, el tobillo roto, el corazón traqueteado, las canas y las canas. Y Nueva York.
Y cada diciembre, alubias, lechazo y un whiskito en Burgos.
Cuento las horas, Andrés.