03 octubre 2008

Jueves

Tras los abrazos brotaron las carcajadas. Dos niños cansados y felices esperan en vela la llegada de su tío de América. Nosotros también, más nerviosos aún. Fort Apache es un mesón y yo me deshago en lágrimas por la cebolla y por el océano que nos separa. Apresuramos ensaladas, tortilla de patata, canapés de micuit y los callos, ay, los callos. Para beber, Pesquera 2003 y un escaparate de botellas. El vaso de whisky esquiva manotazos en el brazo del sillón, despilfarramos cigarrillos y anécdotas. Inventariamos los templos culinarios de Manhattan y soñamos fotos imposibles que asombrarán en la estantería. Restallamos ante el ingenio manchego, ¡qué ya habéis merendao!, y comprobamos que el Fary murió dos veces. Y nos reímos.
Jornadas que traen reencuentros, novelas y alegría. Y una novela. Y que no falten las carcajadas.
Y mientras reposto hielo, agua de fuego y un manchurrón de Coca Cola, recorro con la vista sus caras, veo mi cara en las suyas, mis manos en las suyas, mi pasado en el suyo. Y mi futuro en el suyo. Y mi vida que no es más que lo que comparto con ellos. Bienvenidos a casa.