24 septiembre 2008

Susurrando

Quedan horas para la amanecida y trasteo por Fort Apache esperando la señal de salida. Busco una soga de Ermenegildo Zegna y de pronto escucho ruidos espantados por el sueño infantil.
El heredero recupera su cama, lo arropo, le pido que duerma y salgo de su habitación. Un susurro que no entiendo. ¿Qué dices, hijo? Me contesta tras las sábanas. Te quiero.
Sobra el resto del día.