Sin dormir
La duermevela es un refugio sin puertas ni ventanas. Un estadio para una competición en la que todo se mueve sin cesar para llegar a ninguna parte. Pienso en Harlem y en el inmenso talento que allí borbotea. Escondido en el iPod escucho Nothing ever happens, que sirve de resumen de la reunión de la FAO y de retrato de estos días. Cuento los minutos que quedan para la crónica de Purísima sobre el último torero, ese que dicen deja quieto el aire y le saca brillo a la muerte que empuja al pasar bajo su brazo durante la chicuelina eterna. Otro talento, el de Purísima, que vive silente en un pozo de corbatas de nudo gordo. Mientras la basura se vende cara, el trazo exquisito se regala en la web.
Hay un cuarto libro de Kerr sobre la peripecia de Bernard Gunther, Unos por otros. Saldré a buscarlo el sábado, haré parada en Innisfree, el territorio mítico donde una mujer de corona blanca suspira por mis cachorros mientras reza por todos. Gunther tendrá que esperar, estos días los paso con Frank Bascombe, el derrumbado periodista deportivo. Llevo pocas páginas con él, pero me encuentro peligrosamente cómodo ahí, ¿me estaré desfondando?
Hay un cuarto libro de Kerr sobre la peripecia de Bernard Gunther, Unos por otros. Saldré a buscarlo el sábado, haré parada en Innisfree, el territorio mítico donde una mujer de corona blanca suspira por mis cachorros mientras reza por todos. Gunther tendrá que esperar, estos días los paso con Frank Bascombe, el derrumbado periodista deportivo. Llevo pocas páginas con él, pero me encuentro peligrosamente cómodo ahí, ¿me estaré desfondando?
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