House M.D.
Gregory House escarba en un relámpago de recuerdos tras el accidente en el autobús. Estruja su dominio de la razón y de la técnica médica para averiguar quién pide ayuda dentro de su sueño. Compartimos una fantasía con Lisa Cuddy y también la angustia de su forcejeo contra la memoria. House ajusta farmacológicamente su mente para encontrar respuesta, y su cuerpo, la parte más banal y más molesta de lo que somos, planta cara a su empeño ultrarracional, científico e hiperhumanista de cerrar la cadena de la causalidad, por muy enrevesada que sea. En otro episodio anterior, House se electrocutó para averiguar la verdad sobre la luz blanca, y fue a reprocharle a un cuerpo presente de vida ausente que no tenía razón, que no había nada, que lo había comprobado en persona.
House es un viajero por las aguas bravas de la confusión, la mentira suicida y los convencionalismos del malestar físico, mental y social. Y creo entrever, más allá de su afán colosal de encontrar causas, un humanista total que quiere liberar a los hombres, momentáneamente/definitivamente pacientes/enfermos, del lastre de sus propios complejos, errores y traumas. La premisa de arranque es sencilla y certera: todo el mundo miente.
House es un viajero por las aguas bravas de la confusión, la mentira suicida y los convencionalismos del malestar físico, mental y social. Y creo entrever, más allá de su afán colosal de encontrar causas, un humanista total que quiere liberar a los hombres, momentáneamente/definitivamente pacientes/enfermos, del lastre de sus propios complejos, errores y traumas. La premisa de arranque es sencilla y certera: todo el mundo miente.
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