29 abril 2008

Del Modiño II al AMF


Del Araner al Modiño II y de éste al AMF. De dos mil siete a dos mil ocho. De Sanjenjo a Sada. Aquella vez fuimos cinco y quedamos tres. Nació Tomás en un madrugada apresurada y allí se fue el compañero curtido y risueño.
Navegamos hacia Sada por el asfalto, esquivando la despoblación y el sueño. Con un recopilatorio de los viejos gustos y los amables acordes. Nos espera un barco blanco y la ilusión épica de cruzar el océano hasta donde no hay ni horarios ni problemas. Hacia Ferrol hay dos castillos que saludan agotados nuestro paso. Una pareja de buques de la Armada miran con descaro su relevo tecnificado y potente. Tomamos Mugardos y nos cobramos un botín de salpicón, pulpo, jibia y navajas, el rey de los postres y alguna cosilla más. La mar es amable, nos mece y aturde y de paso nos carga el curricán con esos peces atigrados, tiesos y un poco tontos. Total, cuatro.
Le damos tres cuartos de vuelta a la Torre de Hércules y otro tanto a la de Control del puerto de La Coruña, huimos de la niebla y enfilamos a media vela el atardecer de los sueños rotos, entre barcos de treinta pies y ondas de baja frecuencia que marcarán nuestro descanso. Antes, el porroncillo dulce y la tortilla perfecta, otra vez el pulpo, unas fantásticas almejas fritas, los chipirones, más salpicón y un beso de queso con membrillo. Y sí, mil chistes y diez mil carcajadas. Hablo con ella dos años después, todo está en orden. Después, como una tripulación anegada de grog que no prueba el alcohol, caminamos golpeándonos los hombros camino de nuestros nichos, al abrigo del puerto, entre recuerdos de la familia y la esperanza de un domingo sin nubes.
Desayunamos en tierra y salimos a buscar el viento. Encontramos una nube hosca que más adelante nos castigará. Fondeamos en Redes, y sujetos por un ancla paseamos nuestra vista por unos mejillones congelados y un pan no lo bastante elástico como para hurtarnos el placer de una comida de rudos lobeznos de mar, que tampoco hay que pasarse.
La lluvia pone el prólogo a otra navegación distinta, entre rayas continuas y radares como barracudas. Para otro año, como siempre, la singladura pendiente hasta Nueva York.

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