27 febrero 2008

Mediodía

Su sonrisa me convierte en un oso. Ella es la osita, un cachorro saltarín con dos dientes nuevos brotando entre carcajada y carcajada. Pescamos salmones en la colcha y atemorizamos lobos detrás de un cojín. Me desgañito aullando a la luna y acojo su cuerpecito mitigando el frío que hay en la cueva. En nuestra imaginación nieva más allá del borde de la cama y en la terraza pita una cuadrilla de destajistas.
En la televisión vomitan análisis sobre la nada y regurgitan números para justificar el barullo. Aterrado observo un inventario de tiroteos, navajazos e incendios. Es el momento de regresar a la osera.