Temporales y ventiscas
D. me excita la nostalgia con una colección de fotos del planeta Axturias azotado por vientos, nieves y olas. Enredado en un manglar de lástima recuerdo a M., ahora libre del acoso del hombre. Estuve en un recinto abarrotado de personas que lo quisieron, y palpé un cariño sincero por un hombre inefable.
El viento invernizo se cuela por los costurones mal cicatrizados de mi alma, llega hasta la memoria de los que quedaron detrás, aquellos que deseo libres de los dolores que un muchacho fornido sufrió en un sueño en el que aparecí hace meses.
El banderillero azul se asoma raudo al teléfono, pendiente de todo. Él sabe de esto. Hubiera preferido que no supiera, ni de esto ni de aquello. El palo del gallinero es así, como la vida: corto y lleno de mierda. Cruzo mensajes breves, parcos, justos, con don Blas de Lezo. Ambos sabemos.
Una pena.
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