28 enero 2008

Movimiento

Llevamos a los cachorros a la piscina. Somos una manada feliz. El heredero traduce la ilusión en cientos de miles de preguntas y su hermana borbotea carcajadas que no puede contener a pesar de los tragos de agua.
Me sumerjo y el silencio submarino me acompaña en la visión del niño con gafas azules y gorro amarillo. Avanza a saltos, con esa elegancia ralentizada que facilita el empuje del agua, pisando como un gorrión un pasillo de color azul claro. El sol se cuela por los ventanales y dibuja una rayuela cálida y oblicua en el fondo del vaso.
Mientras avanzo como una morsa sin dientes pienso en el tiempo. Quiero recordar estos momentos, pero no pediré que el reloj se pare. Las fotos fijas no tienen sonido, echaría en falta sus risas y gritos, sus discusiones sobre la nada. Ya tengo tu mirada oceánica, no quiero perderme el susurro de tu voz en mi oído.