24 diciembre 2007

Tradición

Vi un ángel con el pelo recogido en una diadema de espumillón. Me lanza una sonrisa a la que le falta un diente. El combustible de mi espíritu juega en el pasillo, ésta vez iluminado por una luna elefantiásica y rotunda. El tramex del lucernario tatúa un ajedrez de alpaca en las paredes de Fort Apache. Los días vienen en avalancha y el teléfono me trae la voz de aquel muchacho recio que siempre fue y me será fiel. Cosido en mil operaciones respira hondo para darme las gracias aún no se muy bien porqué.
Hay más llamadas, más mensajes (gracias, don Blas, por no olvidar). Nos reuniremos en una hoguera de niños y recuerdos, en una mesa baja que cumplió diez años en abril, comprobaremos los estragos de los días y las noches y, con una sonrisa, clavaremos otra fecha para pasarnos una mano por el hombro, en Asturias, frente al mar.