18 octubre 2007

Cleopatra

Comí en un frenesí, con mi hermano pequeño, a bordo de un subsuelo enmoquetado y sucio. La ensaladilla, todo un clásico, viaja con un camarero atento y flaco, mientras otro, estuporoso y con los ojos encharcados, nos ofrece un momento, por favor. Cleopatra tiene una melena negra de plástico con los recortes caducados, y su salida del bar es anodina y nada imperial, y por tanto la obviamos sin más. Calculamos y recalculamos sobre ayer, hoy y el mañana que será una moto o un piso en Malasaña.
Regreso en un viaje que no existe, la radio derrocha estupideces y jabón, y la tarde es la antesala de un latigazo que llegará por teléfono.

Etiquetas: