Sal, ajo y pimienta
El domingo tiene dos orejas rojas, gigantes, como las chuletas de los dibujos animados. Saconita estrena castillo y allí nos presentamos con los niños, los bañadores y ocho botellas de sidra. El hombre de Huete y Purísima se esconden en el pánico a un atasco y en una isla. No pasa nada, hay más domingos que longanizas y otras doce botellas de sidra esperando en la bodega de Fort Apache.
Hay un niño/niña esperando en el seno de su madre, y otros tres inspeccionando exhaustivamente los juguetes de una habitación que mira al sur. La piscina es una ameba fresca y limpia con un mosaico de una hoja verde que evoca el regalo de los elfos. El recinto es el patio de armas de un castillo, grande, verde, envuelto en almenas y almenas.
Cocinamos largo rato, bebemos sidra. Pan tostado, aceite, tomate, anchoa. Perfumamos la carne con sal, ajo, pimienta. La sellamos en la plancha y después la perfeccionamos en la Princess, princesa antiadherente a nuestro servicio. Comemos despacio, saboreando la ensaladilla y nuestra suerte, pensando en todos esos niños que corretearán, dejando que Medina del Campo descanse en el archivo de lo vivido. Después, mirando el diapasón, nos comemos el cuerno de la fortuna, que es de hojaldre y está relleno de crema.
Con la chuleta prometida congelándose, en el calor de la tarde, volviendo la cara al lunes, esperamos otros domingos, otros encuentros.
Hay un niño/niña esperando en el seno de su madre, y otros tres inspeccionando exhaustivamente los juguetes de una habitación que mira al sur. La piscina es una ameba fresca y limpia con un mosaico de una hoja verde que evoca el regalo de los elfos. El recinto es el patio de armas de un castillo, grande, verde, envuelto en almenas y almenas.
Cocinamos largo rato, bebemos sidra. Pan tostado, aceite, tomate, anchoa. Perfumamos la carne con sal, ajo, pimienta. La sellamos en la plancha y después la perfeccionamos en la Princess, princesa antiadherente a nuestro servicio. Comemos despacio, saboreando la ensaladilla y nuestra suerte, pensando en todos esos niños que corretearán, dejando que Medina del Campo descanse en el archivo de lo vivido. Después, mirando el diapasón, nos comemos el cuerno de la fortuna, que es de hojaldre y está relleno de crema.
Con la chuleta prometida congelándose, en el calor de la tarde, volviendo la cara al lunes, esperamos otros domingos, otros encuentros.
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