19 marzo 2007

El aperitivo

Tremendo homenaje a la sombra de la campana extractora. Un tapiz de langostinos y carabineros entretejido con una conversación tranquila y las intervenciones del heredero. Un banderillero lírico se presenta solícito con una bolsa blanca y unos pantalones azul tempestad.
Algo de sal para encamar a los crustáceos y que no pierdan la memoria. En la plancha caliente radiografiaremos un placer con fecha de caducidad. Sería capaz hasta de rezar para que este recuerdo del mar en mi boca no se me escape nunca. Con un tamaño que roza los límites de la soberbia y una frescura inodora que te reconcilia con la cadena de suministro, al descabezarlos encontramos una caldereta de marisco atesorada en el caparazón cardenalicio. El contenido admite tres sorbos imperiales y una amonestación para los tentados o tentables por la gula.
Un cura vale más que cien gendarmes y un carabinero como estos más que cien gourmets, sean cocidos o a la plancha. Los gourmets, me refiero.

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