07 junio 2006

Muniellos

Arde. Dice el noticiario que el fuego comenzó por cuatro focos distintos, lo que presupone intencionalidad humana.


En Muniellos y aledaños mi bisabuelo cortaba madera con cuadrillas de leñadores traídos de Santander, hoy Cantabria. El destino, la minería y/o la construcción, supongo. Años después, hace casi diez, visité este bosque fenomenal y tupido. Pedimos permiso con seis meses de antelación y pasamos un día completo caminando por sus vericuetos, nos bañamos en las lagunas y sudamos estupefactos en ese salón natural de acceso restringido y con fecha de caducidad.
Hoy escucho en la radio que arde, y recuerdo que Japón es uno de los países del mundo con mayor superficie arbolada, y que sus habitantes cuidan para generaciones futuras sus bosques, casi de forma religiosa. Saben desde siempre que el bosque esponja el suelo y retiene al agua que necesitan para los cultivos de arroz. Rozan el setenta por ciento de superficie arbolada, en el rango de Finlandia y Suecia, aunque con una densidad de población insultantemente mayor. En España, un mísero diecisiete por ciento, ¿se acuerdan de la ardilla excursionista? Leo por ahí que el bosque alimenta el mar, que aporta gran cantidad de los nutrientes que necesitan los fondos marinos. Esto explica (en parte) porqué se acaban las anchoas en el Cantábrico y desmonta los argumentos de los fanáticos de los trasvases, desarmando la falacia de que el agua que sobra y que llega al mar es agua perdida.

Porca miseria.