Los días pasados
Escucho Dirty Old Town envuelto en el aroma de los días en Fort Duke, a donde volveré cuando la nieve oculte los chicles.
Unas líneas para recordar las horas que pasé en Innisfree, en la casa blanca que se levanta sobre la parcela de nuestros sueños.
Hubo sol y escapadas a nuestro bar favorito de Quirós, comimos en Peral sin más bandera que nuestra libertad, fotografié dos veces al centauro mecánico que arregla relojes y me reí cuanto pude con J.M.
Cada mañana respiré el aire que nace entre los árboles y mi vista se posó en el verde que es nuestra esperanza.
Leí a Camilleri, a Lapidus, a Himes, a Connolly, y algo la prensa. Llamé varias veces a Fort Duke, donde no hay lugar para la mediocridad y la rutina.
Y bebimos sidra, y cañones de cerveza, y comimos rollos de calamar, y el pulpo prodigioso, ya sabéis dónde; y la tosta con foie, y el pollo a la Innisfree, y nos regocijamos entre un ¡mmmmm! tras otro.
Fantaseamos en la antojana de Mateo Escandón, pasamos por Potedo sin llegar a parar y al filo del atardecer, en el límite entre la montaña y el cielo, vi una luz.
El mar Cantábrico fue, por unas horas, nuestro parque acuático particular, entre bocadillos de jamón y bocanadas de arena. Las sonrisas de los hijos no se pagan con nada cuando brotan entre la espuma fresca, por arriba o por abajo.
Con Gran Ganga nos dio la risa y con cero setenta y cinco R. baja del alto Quirós : ¡quiá!
Creamos la trucha gigante, vimos buitres, tritones y garrapatas. Y qué regalo de naturaleza donde el tocón. Y qué disfrute disparando con los prismáticos desde la terraza en el embalse.
Y más cosas que contaré.
Subí al cementerio y aguanté un minuto, tanto me duele que estéis tan lejos, cagontodo.
Unas líneas para recordar las horas que pasé en Innisfree, en la casa blanca que se levanta sobre la parcela de nuestros sueños.
Hubo sol y escapadas a nuestro bar favorito de Quirós, comimos en Peral sin más bandera que nuestra libertad, fotografié dos veces al centauro mecánico que arregla relojes y me reí cuanto pude con J.M.
Cada mañana respiré el aire que nace entre los árboles y mi vista se posó en el verde que es nuestra esperanza.
Leí a Camilleri, a Lapidus, a Himes, a Connolly, y algo la prensa. Llamé varias veces a Fort Duke, donde no hay lugar para la mediocridad y la rutina.
Y bebimos sidra, y cañones de cerveza, y comimos rollos de calamar, y el pulpo prodigioso, ya sabéis dónde; y la tosta con foie, y el pollo a la Innisfree, y nos regocijamos entre un ¡mmmmm! tras otro.
Fantaseamos en la antojana de Mateo Escandón, pasamos por Potedo sin llegar a parar y al filo del atardecer, en el límite entre la montaña y el cielo, vi una luz.
El mar Cantábrico fue, por unas horas, nuestro parque acuático particular, entre bocadillos de jamón y bocanadas de arena. Las sonrisas de los hijos no se pagan con nada cuando brotan entre la espuma fresca, por arriba o por abajo.
Con Gran Ganga nos dio la risa y con cero setenta y cinco R. baja del alto Quirós : ¡quiá!
Creamos la trucha gigante, vimos buitres, tritones y garrapatas. Y qué regalo de naturaleza donde el tocón. Y qué disfrute disparando con los prismáticos desde la terraza en el embalse.
Y más cosas que contaré.
Subí al cementerio y aguanté un minuto, tanto me duele que estéis tan lejos, cagontodo.
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