Innisfree
Purísima se pregunta qué es Innisfree. Ahí voy.
Innisfree no existe, es. Inspirado por el condado de Sligeach, el lugar nació en un poema de Yeats, La Isla del Lago de Innisfree [Me levantaré, a Innisfreee iré/y una pequeña choza me construiré/de arcilla y espinos será:/nueve hileras de judías y una colmena para las abejas de miel tendré/y sólo en el arrullo de los zumbidos viviré], y algunos años después será el teatro de la redención de Sean Thornton.
En Innisfree los muertos se levantan para asistir a una buena pelea, los católicos y los protestantes viven en armonía, y las mujeres llevan cabelleras irisadas de fuego. Un refugio concebido por John Ford en mil novecientos cincuenta y dos y, ahora, escenario inmortal de una película imperecedera.
Innisfree aparece con frecuencia en este diario. Mi Innisfree es un espacio móvil que es allí donde se encuentre mi madre. En la ciudad gris o en Pola de Lena. En Innisfree siempre te reciben con una sonrisa aunque no lleves a los niños. Es el vergel del cariño, donde brillan los lazos blindados de la sangre, allí donde el aire huele a libros y a tabaco.
Eso es Innisfree.
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