18 julio 2010

Dieciocho de julio


El trofeo de oro dejó de brillar. La ciudad gris, vacía como nunca, se calcina al sol de julio. Vivo con el teléfono en la mano pensando en una habitación con números.
Quién nos engañó. Quién prometió futuro a los buenos. Quién dijo que el infierno esperaba a los demás. Quién nos mintió.



El cielo es azul incluso de noche. Las estrellas, quizá un satélite, motean su superficie. El hombre creó la luz para cegar la oscuridad y se obligó a visitar las penumbras. Su orgullo adora la tecnología y olvida la mano que coge otra mano.


Escucho Der Tod und das Mädchen y pienso en una ventana de Manhattan. Intuyo un teclado exhausto y una pantalla de cine. Volaré hasta allí para deshacerme en un abrazo. Caminaré seis millas y media y será el mejor paseo de mi vida si J. me acompaña.