Salsa americana
La marejada de los días nos deja en la orilla. Exhaustos, expectantes, con muchas equis a nuestro alrededor. El viernes es un musical sin orden ni concierto protagonizado por una niña que se suelta la media melena. Buscamos plumas en el frío del sábado y la iglesia de la Veracruz nos regala un abrazo con don Blas de Lezo vestido de primavera. Tomamos un vino helado y casi apostamos sobre las edades propias y ajenas.
Llega el atardecer y el encuentro entre luces indirectas y playlists susurrantes. Jamón ibérico, solomillo rebozado para los peques, un debut con empanada de morcilla de Villada, brillante, sabrosa, colosal; bugres en salsa americana, picante, viva, real; budín de chocolate y mermelada amarga de naranja, estruendoso, fantástico; Lealtanza y Protos; ron Liberación. Me piden un cuento del conejo Pepe y allá lo suelto en pleno combate contra los párpados agotados.
Una dentellada que es una despedida. Un cuaderno rojo que es memoria de los días. Aplausos para el primer libro terminado. Un abrazo en la madrugada. Sigamos.
Llega el atardecer y el encuentro entre luces indirectas y playlists susurrantes. Jamón ibérico, solomillo rebozado para los peques, un debut con empanada de morcilla de Villada, brillante, sabrosa, colosal; bugres en salsa americana, picante, viva, real; budín de chocolate y mermelada amarga de naranja, estruendoso, fantástico; Lealtanza y Protos; ron Liberación. Me piden un cuento del conejo Pepe y allá lo suelto en pleno combate contra los párpados agotados.
Una dentellada que es una despedida. Un cuaderno rojo que es memoria de los días. Aplausos para el primer libro terminado. Un abrazo en la madrugada. Sigamos.
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