07 febrero 2008

L.

La niña que estuvo dos meses amagando. Mientras tanto, con paciencia épica, su madre leyó libros y cató vino. Su padre fabrica bombones perfectos y se pone un chándal rojo con rayas blancas.
Recuerdo un sábado reciente. En libertad vigilada procesamos almejas fritas, gambas y langostinos sobre su lecho de sal, una lubina también encamada y el aperitivo de los neblinosos callos. Una tarta de manzana turbadoramente hermosa es el epílogo que anuncia una siesta tardía en el sillón de cuero verde. Los niños comieron merluza en tempura y se fueron desplomando por turnos cuando los dibujos animados se quedaron sin nada que ofrecer. Nos hicimos fotos en metralleta y soñamos con un banderillero derribando una moto municipal.
L. ya está aquí. Todo llega, hasta lo fortuito.