Diecisiete
El tiempo repta como una melaza espesa hacia el despeñadero de agosto. No hay frío ni calor, sólo quiebros climatológicos que dejan a Purísima como un digno banderillero recién corneado. Un niño lee instrucciones de Lego antes de acostarse mientras en la televisión un demente amplifica sus sufrimientos atracando bancos, desnudando a los rehenes, obligándolos a representar la ceremonia de su frustración.
Celebramos al revés el diecisiete. Hay ensaladilla, croquetas y empanada de hojaldre, con su bonito y todo. Tarta, helado y un ballet papirofléxico de barcos, soplamocos y pajaritas que baila asombrado hasta que una caravana imposible asiste atónita a la queja de Amba, abandonado tras la puerta brutal.
El domingo nos lanza contra una negociación postergada quinientos años y el viento sopla durante toda la tarde dejando la pregunta flotando en el aire.
Celebramos al revés el diecisiete. Hay ensaladilla, croquetas y empanada de hojaldre, con su bonito y todo. Tarta, helado y un ballet papirofléxico de barcos, soplamocos y pajaritas que baila asombrado hasta que una caravana imposible asiste atónita a la queja de Amba, abandonado tras la puerta brutal.
El domingo nos lanza contra una negociación postergada quinientos años y el viento sopla durante toda la tarde dejando la pregunta flotando en el aire.
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