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Leo gracias a ella desde los tres años, con
Recuerdo aquel bolso que llevaba encajado entre su asiento y la puerta del Simca (y después del Ritmo) del que salían empanadas, frascos de colonia, peines y ajuares varios. Nos ha pavimentado la vida con un empedrado de torrijas, empanadas de hojaldre, casadielles y borrachinos y hemos viajado en un río de potes, fabadas, merluzas en salsa verde, panachés de verduras y hasta guisos de conejo con chocolate. Ahora el heredero come tartita de la bisabuela, reconstrucción en soja del mítico brazo de gitano, a veces pierna, que coronó durante años los festejos familiares.
Celebramos felices estos días y los que vendrán. Ahora que su figura se afina, sus ojos siguen chispeando como nunca, sin perdernos de vista jamás, pendiente de la vela que ha de protegernos.
- Tienes que rezar antes de los exámenes.
- Lo mío es estudiar, abuela.
- De acuerdo.
- Vale, yo estudio y tú rezas.
Muchas felicidades, güeli.
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