31 agosto 2009

Entre la promesa del verano y el frío del invierno (2.002)


Johhansson despertó a las seis, como de costumbre. Se levantó, tomó dos aspirinas con un vaso grande de agua y antes de volver a dormirse puso la alarma del despertador a las ocho Debía estar en un conferencia en Lindingö a las diez, pero como no era el orador sino un mero asistente, no tenía por qué preocuparse. Excepto por aquel maldito trozo de papel.

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