La rata
Una noche, en Nueva York, vimos una rata. Julio nos había avisado. Al parecer la rata neoyorkina pertenece a la variedad noruega, y alcanza un tamaño descomunal. Quiero decir, grande.
El animal se dirigía hacia un semisótano de esos tan pintorescos. Como la iluminación era más bien escasa, apuntamos a la rata con la luz que sale de la pantalla del teléfono móvil. Esto despertó la curiosidad del fiero roedor que se volvió hacia nosotros. No llegamos a correr despavoridos y si no lo hicimos no fue por falta de ganas.
El Mal provoca fascinación, y es mucho más valiente que nosotros, humildes turistas de la Historia equipados con la luz temblona del teléfono móvil. La rata siguió su camino y nosotros el nuestro. Teníamos que haberle tirado el chisme cuando se cruzó con nosotros.
El animal se dirigía hacia un semisótano de esos tan pintorescos. Como la iluminación era más bien escasa, apuntamos a la rata con la luz que sale de la pantalla del teléfono móvil. Esto despertó la curiosidad del fiero roedor que se volvió hacia nosotros. No llegamos a correr despavoridos y si no lo hicimos no fue por falta de ganas.
El Mal provoca fascinación, y es mucho más valiente que nosotros, humildes turistas de la Historia equipados con la luz temblona del teléfono móvil. La rata siguió su camino y nosotros el nuestro. Teníamos que haberle tirado el chisme cuando se cruzó con nosotros.
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